martes, 5 de mayo de 2015

EL PODER DE LA PALABRA

El poder de la palabra es uno de los dones con que ha sido dotado el hombre, y como todos los dones-tales como el don de pensar y el don de sentir-constituye un poder que el hombre debe utilizar para el bien.






Ya sabemos que los pensamientos y los sentimientos tienen gran fuerza, y sabemos también que los hombres pueden con esa fuerza, hacer bien si la utilizan en sentido positivo o hacer mal si la utilizan en sentido negativo.
La palabra expresa nuestros pensamientos y sentimientos, dándoles forma y acción, de modo que en la palabra está unido el poder del pensamiento y del sentimiento con la fuerza de la propia voluntad, que utiliza esos poderes con un fin determinado.




Por lo tanto, la palabra constituye un conjunto de vibraciones que tiene, por Ley de Afinidad, intensa acción en las mentes y en las almas de quienes la escuchan. Además actúa sobre la voluntad de quienes reciben esas vibraciones, pudiendo en muchos casos llegar a dominarla, si quien habla lo hace con esa finalidad.














Si empleamos amorosamente el poder maravilloso de la palabra, podemos transmitir, mediante ella, a las mentes y almas de quienes escuchan, las vibraciones de bien que las palabras llevarán como “contenido espiritual”.
Si por el contrario, pretendiendo ignorar la gran responsabilidad que significa poseer el poder de la palabra, la utilizamos con fines egoístas y ambiciosos, con rencor, con desamor, ese poder maravilloso se transformará en una poderosa arma al servicio del mal.









Las palabras pueden acariciar o herir, ser bálsamo o corrosivo, alentar o deprimir,   despertar los sentimientos más puros o los más bajos, impulsar al heroísmo o a la degradación; las palabras pueden unir o dividir, pueden construir o destruir.

Cuidemos, entonces nuestra palabra en todo momento; procuremos que jamás perjudique ni cause dolor a los demás, sino que por el contrario, sea siempre expresión de nuestros sentimientos de bien.



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